HISTORIAS DE CABALLERÍA: JUSTAS Y DEPORTES MEDIEVALES

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EL QUIJOTE COMO LIBRO DE CABALLERÍAS

El Quijote es un libro de caballerías. O, para ser más exactos, El Ingenioso Hidalgo Don Quijote De La Mancha, publicado en Madrid por Juan de la Cuesta en 1605, a costa de Francisco de Robles, es un libro de caballerías. Con este propósito y en este género lo escribió Cervantes.

Así lo ideó y deseó el librero Francisco de Robles, ansioso de contar con un best-seller que pudiera seguir la senda abierta por el Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán en 1599, el libro más vendido de todo el Siglo de Oro. Y así, como un libro de caballerías, fue recibido por sus lectores, ansiosos de seguir leyendo aventuras caballerescas en esos años particulares de la monarquía hispánica. Y afirmar que el primer Quijote, el de 1605, es un libro de caballerías supone, después de cuatrocientos años de su publicación, casi una boutade. Y así lo es porque desde hace más de trescientos años se ha consolidado una línea de lectura que ha convertido al Quijote en una isla literaria (sin modelos ni precedentes anteriores), con la pretensión de alejarlo del género caballeresco, ese que sólo explica su nacimiento; ese que es la clave para poder comprender su éxito en tierras europeas y sus tempranas traducciones (en 1612 y 1614) al inglés y al francés, respectivamente. Pero nada más lejos de la realidad. Y no digamos nada del segundo Quijote, el publicado en 1615, que es un libro de caballerías y “algo más”, al que tendré ocasión de referirme más adelante.

Miguel de Cervantes creó a su personaje con la intención de burlarse de los libros de caballería que hacían furor en su época, y donde los personajes fantásticos realizaban y vivían hazañas y aventuras increíbles. Para ello utiliza la parodia del género. Palabras que han consolidado una imagen crítica falsa y repetida hasta la saciedad: el Quijote como una parodia de los libros de caballerías que, en época de Cervantes, ya estaban en decadencia. Pero si nos detenemos un poco en los calificativos utilizados en las dos partes del libro, ahora reseñados, veremos cómo Cervantes (y sus lectores) están teniendo en mente dos referentes bien distintos en ese “libros de caballerías” que parece único. En 1605 se hace hincapié en la “máquina mal fundada” de los libros de caballerías, entendiendo esta descripción como una característica genérica de “todos” los textos caballerescos, cuando en realidad se está haciendo referencia a un “modelo particular” de libros de caballerías triunfante en la época: los libros de caballerías de entretenimiento, que son contra los que tiene que imponerse la primera parte del Quijote en su batalla editorial. Pero cuando en 1615 habla de nuevo de los libros de caballerías, lo hace con otros adjetivos: “fingidas y disparatadas”, que se contraponen al “verdadero don Quijote”… ¿Por qué destacar ahora esta oposición falso/verdadero a la hora de hablar de los libros de caballerías? ¿Se está haciendo alusión al género caballeresco, a los libros que habían sido su referente en 1605, o quizás hemos de ver en estas palabras una última crítica a una novedad editorial que vio la luz en 1614: el Quijote apócrifo de Alonso Fernández de Avellaneda?

JUSTAS Y DEPORTES MEDIEVALES

Desde el siglo XIII hasta el XVI, las justas fueron uno de los componentes más populares de los torneos medievales donde los caballeros hacían alarde de sus destrezas marciales lanzándose al galope el uno contra el otro con lanzas de madera en un área designada, conocida como liza. A partir del año 1400 aproximadamente, los dos caballeros contendientes estaban separados por una barrera o valla (tilt en inglés, por lo que a este deporte también se le llama tilting). Las justas eran oportunidades para exhibir los símbolos heráldicos, el ceremonial general propio, y el caballero tenía ocasión de impresionar a las damas aristocráticas quienes les daban su bufanda o su velo como muestras de favor. Las justas dejaron de estar de moda al final del medioevo pero resurgieron ocasionalmente hasta el siglo XIX:

Tomado de: (YouTube, 2022)

TORNEOS:

Los torneos en los que combatían simulando batallas de caballería, llamadas melés (mêlées), con el propósito de capturar la mayor cantidad de participantes del equipo contrario, probablemente comenzaron en Francia en el siglo XI. Para finales del siglo siguiente, la tendencia se había extendido por toda Europa. Los torneos podían durar varios días, con mucha frecuencia se organizaban para celebrar otros eventos tales como un matrimonio importante o una coronación. Durante el transcurso del evento había puestos de refrescos, vendedores de caballos y de ropa fina, actuaciones teatrales con músicos y acróbatas en los intermedios, desfiles y numerosos banquetes:

Tomado de: (YouTube, 2022)

ARMAS:

El arma principal era la lanza de aproximadamente 2,4 a 3 metros (8-10 pies) de largo y generalmente de madera de fresno o de ciprés. La lanza era hueca, para que se quebrara sin causar graves heridas. Para reducir aún más las fatalidades, a las lanzas se les ponía una corona de tres o cuatro puntas llamada «coronel» que reducía el impacto, mientras que las espadas se embotaban o se les quitaba el filo. A estas armas se les llamó «armas de cortesía» o à plaisance. Sin embargo, también hubo partidos de revancha (una justa à outrance) donde los contrincantes usaban armas letales y juraban pelear hasta causar heridas graves o que la muerte decidiera el asunto:

Tomado de: (YouTube, 2022)

ARMADURA:

Aunque en los torneos del siglo XIII se llevaban armaduras acolchadas rellenas de lino o de cuero, en el siglo siguiente, a medida que la armadura de placas se comenzó a usar más en el campo de batalla, también los participantes comenzaron a usarla en las justas. No obstante, por lo general, la armadura de batalla se especializó para el uso en los torneos; las secciones con más probabilidades de recibir golpes (el pecho y el lado derecho del yelmo o del casco) se reforzaron con una placa adicional de metal, se diseñó un guantelete pesado de acero para la mano que sostenía la lanza y una rendija para la visera del yelmo. Un tipo de yelmo popular fue el de boca de rana (llamado así porque la parte inferior sobresalía más que la superior), que tenía un corte horizontal a la altura de los ojos pero era tan estrecho que el caballero solo podía ver cuando movía la cabeza hacia adelante; la ventaja era que sus ojos estaban instantáneamente protegidos al mover la cabeza hacia arriba. Hacia finales del siglo XV, los yelmos se empezaron a atornillar al pecho y a la espalda de la armadura para que no se cayeran tan fácilmente en caso de recibir un golpe. Para los torneos, los yelmos se adornaban de manera suntuosa con plumas y crestas, incluso con cuernos y con figuras tridimensionales.:

Tomado de: (YouTube, 2022)

LAS LIZAS:

El área donde los caballeros justaban era conocida como la liza, un espacio más o menos rectangular que por regla general se cubría con arena y paja. El campo tenía entre 100 y 200 metros (110-220 yardas) de largo. A partir del siglo XV, los dos caballeros a veces se separaban por una barrera o valla del largo del campo que aseguraba que no se produjeran choques frontales. Originaria de Italia y reemplazando la simple cuerda de antaño, la barrera tenía 1,8 metros de alto aproximadamente. Cada jinete partía del lado opuesto del campo y galopaba hacia el otro con el objetivo de golpear con su lanza al contrincante, sea en el pecho, el cuello o el yelmo, lo que sería suficiente como para tumbarlo del caballo. En las justas posteriores, el objetivo era golpear el escudo del oponente específicamente. A principios del siglo X incluso hubo escudos mecánicos que se rompían tras un impacto, con lo que se indicaba claramente a los asistentes quién había dado el primer golpe y a quién:

Tomado de: (YouTube, 2022)

DECADENCIA:

A partir del siglo XVI, la equitación fue más apreciada que las destrezas de las justas, y el combate a pie, donde algunas veces los oponentes estaban separados por una barrera baja, se convirtió en una alternativa popular de las justas. También había otros desafíos tales como el tiro con arco, y el costoso fasto e inherente peligro de las justas ocasionó su lenta decadencia. Las justas perdieron mucho de su encanto cuando Enrique II, rey de Francia (que reinó de 1547 a 1559), murió poco después de una justa en 1559 cuando al quebrarse la lanza, una astilla penetró en su visera. Los torneos continuaron pero tenían lugar esporádicamente en algunos países, especialmente como espectáculos para celebrar importantes eventos reales; sin embargo, el resurgimiento, aunque breve en el siglo XIX, tenía poco sentido ahora que el siglo de oro de la gallardía y de la caballería hacía tiempo que ya había pasado.



Referencia: World History Encyclopedia en Español, 2022 / Revista UNAM MX, 2022

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